a través del denso aire
húmedo y neblinoso,
sigo el juego del silente
enamorado
que se sabe liado
por el frágil hilo
que une viento y roca,
sueño y despertar,
dunas y pinares,
elementos de a pares,
soledades de a miles,
y el silencio del viento.
¿Se sabe vital el agua,
dorado el oro,
necesaria la sal,
fresca la brisa que corre en verano?
¿Se conoce a sí misma
la tragedia que transcurre
en el escenario?
¿Se traslada por su cuenta
el río que se desangra en el mar?
Y yo, mientras sé que me sé,
como un amasijo de pretensiones
que duermen en el banco
más raído de la plaza,
hago como que me pregunto
para olvidar que ya sé la respuesta.
Seguramente el denso aire
no será capaz de sostenerme ni saber.
Esa es la pequeña alegría
que me queda.
Leído en la apertura del programa 256
Leído en la apertura del programa 256
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