jueves, 12 de marzo de 2015

La sombra de Hiroshima

Tan fugaz reflejo del odio y a la vez una fuente, el origen de un todo convertido en nada.

Aquella luz me dolió de lleno y me dejó sin habla y sin aliento, y sin sangre y sin nervio. Sólo soy una sombra en la única pared en pié.

Cómo caminar entre los escombros siendo sólo una sombra, es la incertidumbre que corroe junto con la lluvia negra esta triste mezcla de átomos de carbo y pintura raída en que me convertí. Y noto que no, no puedo.

Y cuándo te detienes delante mío me miras, sientes el horror y hasta deseas llorar y lamentar mi suerte y maldecir al autor de tal barbarie. Pero luego tus propias sombras te recuerdan la necesidad de olvidar y lo haces, porque sabes que siempre habrá algún sufriente cerca y no es necesario detenerse en mi.

Es claro, la vida sigue su curso.

De todos modos no me importa. Ya no puedo sufrir, y sólo me queda esperar a que el tiempo lave esta sucia pared descascarada que me detenta.

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