¿Qué decir, cuando el autor de la banda de sonido de nuestra vida acaba de dejarnos?
Es difícil.
Pero se trata de quién cantó cuando no pudo hablar y escribió cuando no pudo cantar. Se trata de Luis Alberto Spinetta.
El silencio no es entonces una opción, si es que aprendimos algo.
Tal vez si le hubiéramos creído a John aquello de que el sueño terminó, todo sería más sencillo.
Pero no. Le creímos a Luis cuando nos dijo que tenemos tiempo para saber si lo que soñamos concluye en algo. Y que el mañana es mejor, aun cuando estemos volando por el espacio y nos abrume aquella cosa tan nuestra de la nostalgia por la vieja, el malvón, los amargos y el café.
Se fue Luis, el amante de las palabras. Murió, y ellas también lo lloran.
Si no fuera porque nos dejó su poesía, que cosa horrible sería el mundo a partir de ahora sin el Flaco, sin las palabras y la música de Luis Alberto Spinetta.
Hoy haremos un homenaje a Luis, pero no proponiendo que le pongan su nombre a una calle o a una plaza, le hagan un monumento que termine siendo horripilante o lo conviertan en un personaje perfecto e impoluto, como algunos tienen por costumbre.
Este homenaje tiene que ver con lo que Luis produjo con su música y su poesía en todos nosotros.
Leído en la apertura del programa 62.